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El Coraje y La Cruz del Liderazgo

Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijos los ojos en el cielo,
vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios
– Hechos 7:55

En parte como balance para un blog anterior (“¿Así que eres profeta?”) y en parte porque ha sido un tema de aprendizaje para mí en lo personal, me llama la atención la historia de Esteban, primer mártir de la era cristiana. Y me parece que la palabra clave en su historia es: coraje.

 

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Festival de Vida Coachella – Sábado por la noche

El sábado, el sitio del evento magno del Festival de Vida—donde lanzan los conciertos y el mensaje de buenas nuevas—vio menos gente en asistencia, pero mayor porcentaje de respuesta. ¿Qué quiero decir? Que al parecer la gente blanca no vio algo “suyo” en el evento, y muchos dejaron de asistir, dejando lugar a un público 70% latino, del cual hubo una respuesta magnífica y entusiasta al evangelio.
Podemos señalar todos los factores de clase, economía, raza, y cultura; podemos decir que la gente fue más sensible al evangelio porque sufre; podemos mencionar cómo algunos se quejaban de que no apareciera el traductor (yo) en la pantalla grande (“¿por qué no ponen al nuestroooo?”) situación que fue corregido. Podemos hablar del ventarrón que se levantó al subir a la plataforma para predicar: tirando atriles, zafando partes del escenario; un viento recio que aspiraba toda el agua de tu boca y golpeaba los oídos. La verdad es que en 29 años sólo una ocasión fue más retadora para mí, predicando al aire libre (y esa fue en una población donde hablan más náhuatl que español, y mientras repicaban las campanas de la iglesia, los niños cantaban casa por casa la de Halloween, nosotros sin amplificación, y hubo como una plaga de tijerillas voladoras en una nube alrededor, metiéndose en los ojos, la boca, el pelo, la ropa…pero de los 200 que oyeron, unos 60 tomaron su decisión para Cristo: y me enseñaron cómo se dice en náhuatl “leer la Biblia”, “orar”, y …“tijerilla”).
Anoche fue realmente impresionante el poder ver por un lado, nuestra debilidad ante los elementos; y por otro lado cuán eficaz es Dios en atraer, enfocar, y satisfacer a la gente. Familias enteras, abrazando niños; soldados, gángsters, tatuados, abuelitas: toda esa humanidad mexicana que “busca aguas y no las hay” pero Dios abre ríos en las alturas…manantiales de agua en tierra seca.
Fue una enorme satisfacción el poder bajar de la plataforma, sabiendo haber peleado la buena batalla, testificado, visto la gloria de Dios, y su misericordia revelada nuevamente. Supe otra vez por qué, para qué, y por quién hago esto.

¿Así que eres profeta?

Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?”

He estado tratando de ubicarme en la cuestión de lo que alguien ha llamado el “síndrome de profeta”. Es probable que ya conozcas a alguien con el síndrome. Una persona que tiene el síndrome de profeta se caracteriza por siempre decir en la forma más directa (para tu bien, por supuesto) aquella verdad que—al parecer—o ignoras o resistes. El enojo que demuestra es sencillamente “ira santa” o “celo de Dios”. El sarcasmo es el filo de su espada, y maneja su arma, de ser posible, en público.
Todo esto empezó recientemente a causa de estar estudiando y predicando en Esdras y Nehemías los miércoles en Semilla Cuernavaca. En Nehemías 13:23-28, leo acerca de cómo Nehemías “exhortó” a aquellos que habían tomado mujeres paganas: “…reñí con ellos, y los maldije, y herí a algunos de ellos, y les arranqué los cabellos…y uno de los hijos de Joiada hijo del sumo sacerdote Eliasib era yerno de Sanbalat horonita; por tanto, lo ahuyenté de mí.”

 

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El Anhelo de lo Eterno

“Cuando has eliminado lo imposible, lo que quede,
por improbable que sea, tiene que ser la verdad.”
Esta regla tan famosa es realmente la base de todo tipo de investigación. Y es sobre esa regla que tropieza cada uno de nosotros casi al diario en sus juicios y prejuicios, tomando decisiones y formando conclusiones durante toda su vida.
Clasificamos eventos, deseos, aun a personas entre “imposible” o “improbable” con bastante ligereza, olvidándonos del simple hecho de que si algo es improbable, hasta muy improbable, es sencillamente porque ha sido difícil probarlo; pero no lo podemos descartar como imposible. Por ejemplo, si la selección mexicana de futbol nunca ha rebasado cuartos de final en la Copa Mundial, podemos decir que es improbable que lo haga en el futuro; pero no podemos decir que sea imposible. El hecho de que algo nunca ha sucedido no implica que no pueda suceder (aquí se inserta un suspiro con fervor…).
Aun el más renegado ateo, al afirmar la existencia del universo sólo por coincidencia, se topa con un problema insuperable: obvio no es imposible que exista el universo, porque sí existe. Entonces se calculan las probabilidades de que llegue a existir el universo como está (“probabilidad” indica que se puede probar) y la probabilidad matemática es una cifra súper-exponencial (1 entre 100 mil millones seguido por 123 ceros más) tan escasa que en términos humanos, es cero. La probabilidad de que se forme ADN para que haya vida orgánica es virtualmente cero (10 seguido por 40,000 ceros). En estos cálculos además tenemos que tomar en cuenta la existencia de suficiente gravedad de masa y la fuerza electromagnética para mantener neutrones y protones en unión durante suficiente tiempo (neutrones libres se desintegran en minutos) para establecer los elementos, entre ellos el carbón, para que vida orgánica exista, y se mantenga en existencia, y se desarrolle…y que tú estés leyendo estos comentarios—?
Ciertamente improbable, pero aquí estás.
Al llegar a este punto, es muy fácil saltar a la conclusión de que todo aquello tan complicado, con cifras indecifrables (al menos para “laicos”) sucede para que tú y yo estemos aquí. Es exageradamente improbable; tan así que sería locura buscar el propósito de la existencia en la existencia misma. Hay una propuesta acerca de esto, que llaman el “Principio Antrópico”, que sugiere que todo esto existe para que pueda existir el ser humano. Es débil ese principio, no sólo por las muchas razones de física y bioquímica, sino hasta por razones filosóficas.
A saber: si todo lo que existe resultara ser una plataforma—con diseño inteligente, hasta de un Creador—para que en esa plataforma pudiera existir el ser humano, y pudiera saber (se supone) que todo fue creado con la mira al ser humano, entonces deberíamos encontrar enorme y plena satisfacción, y sentirnos totalmente realizados…sólo por existir en medio del universo. Pero no es así.
Entonces, ¿qué nos queda?
Es evidente que cabemos y encajamos muy bien en el universo. A pesar de todo tipo de cambio, nos adaptamos muy bien. Esperamos buenos momentos, y nos deprimimos o nos desesperamos si no se cumple nuestra esperanza, y esa esperanza es muy resistente.
El filósofo y autor cristiano C.S.Lewis lo expresó así: “Si descubro en mí un anhelo de algo que en este mundo nunca encontrará satisfacción, debo considerar que fui hecho para otro mundo.”
Por ejemplo, en un universo en que no existe el chocolate, sería absurdo que yo encontrara en mí un anhelo de chocolate. Ni siquiera habría una palabra “chocolate”. Imposible. Lo normal sería que, por haber probado el chocolate, después quisiera probarlo nuevamente. (¡Hasta es muy probable!)
¿Qué sucede en el caso de alguien que nunca ha probado chocolate, tampoco sabe cómo se llama, pero que, habiendo probado todos los sabores que hay en el universo, anhela chocolate? Claro, es improbable el hecho de que él tenga ese anhelo (sus amigos le dirían loco) pero no es imposible, porque en ese universo el chocolate sí existe. Tal vez nunca en su vida llegue a probar chocolate, pero no es absurdo que lo anhele.
Ahora, descubro en mí un anhelo. Hay cosas en el universo que se parecen a ese anhelo, pero ya las probé, y no son lo que anhelo. Voy eliminando lo imposible, y me quedo con algo muy improbable; las cifras son exponenciales: aun viendo que la probabilidad es casi cero, sigo anhelando. Me siento compatible con el universo, pero no satisfecho. Anhelo lo eterno.
¿Qué tal si el universo—inclusive yo—fue hecho con otro fin? ¿Qué tal si el universo—inclusive yo—sí es una plataforma, pero no para conocerme a mí mismo, sino para conocer al que diseñó todo? “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas.” (Romanos 11:36)
Si el chocolate existe, es normal anhelar chocolate. Si Dios existe, y descubro en mí el anhelo de lo eterno, mi anhelo no es absurdo. Si Dios existe, hay que conocerle (ver video). Tal vez nunca en mi vida me quede satisfecho, pero mi anhelo no es absurdo.
“En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho
cuando despierte a tu semejanza.” – Salmo 17:15

@jaimefoote on Twitter

Yo no estoy cómodo en el quebrantamiento y la humillación, y Dios habita allí: Isaías 57:15.

 

Derrotado por Dios

mustang (orig. musteño: caballo medio-salvaje de las llanuras del suroeste de Norteamérica, descendiente del caballo utilizado por los conquistadores durante el siglo XVI; fig. indomado, indomable, “free spirit”)
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C.S. Lewis hizo la observación que “cada historia de conversión, es una historia de derrota”: en su caso personal, así fue; de hecho, la observación que hizo fue en el caso de Joy Davidman, que después llegaría a ser su esposa.
Agustín de Hipona, en el siglo IV, se expresó en su Confesiones así: “Nos hiciste para Ti, y sin reposo está nuestro corazón hasta que repose en Ti.”
Un poeta inglés registró su conversión, con toda la tortuosa persecución divina antes de ser—por fin, en derrota total—cautivado por Dios, en El Lebrel del Cielo (Hound of Heaven). Ya en el siglo veinte un grupo de rock cristiano alternativo, Daniel Amos, usaría el poema para una de sus canciones; también el artista cristiano Michael Card basó una canción en Hound of Heaven. (Puedes leer El Lebrel del Cielo aquí. Vale la pena.)
Algo que aparece en los relatos de conversión—algo casi universal—es el proceso de darse cuenta de Dios, por darse cuenta primero…de lo que no es Dios. Ese proceso, largo o corto, ya después se resume como una persecución, hasta rendirse al final. Otro aspecto casi universal es que al inicio, al revelarse Dios de alguna manera, es rechazado: y a partir de ese rechazo, comienza la huída y la persecución…
A Saulo de Tarso (el apóstol Pablo) le sucedió de esta manera:
“Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor…yendo por el camino…repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? (Hechos 9:1-6)
Qué ironía que mientras Saulo creía que perseguía, era el perseguido.
Veo que hay varios puntos que Dios tiene que aclarar con nosotros para que la conquista sea total: y para que nosotros así lo deseemos:
Primero, que él ya se fijó en mí, que en particular me escogió para sí mismo. Segundo, que mi huída es lo que arranca la persecución. Tercero, que aunque puedo correr, no puedo escaparme. Y cuarto, que cautivado, soy libre por fin; y derrotado, encuentro perdón. En estos puntos Dios se descubre a nosotros: y nosotros al rendirnos, nos descubrimos a él. Pensándolo así, resulta ser el romance más espectacular y espléndido.
Jim Elliott, misionero y mártir en Ecuador a la edad de 28 años, escribió esto: “No se puede entregar una vida en un instante. Lo que dura toda una vida sólo podrá entregarse en la duración de una vida.” Las dos preguntas de Saulo: Señor, ¿quién eres? y “¿Qué quieres que yo haga?” no se podían contestar, sino a través de toda una vida. De la misma manera, el que Saulo se rindiera a Jesús, no se podía hacer sólo en un instante, sino a través de toda una vida.
Así, seleccionados por Dios, perseguidos y agotados, al fin derrotados por su amor, nos rendimos, y descubrimos que aquello de que nos huíamos era realmente lo que más habíamos anhelado.
“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo – Saulo de Tarso